Acceso a la educación superior, derecho a voto, la vuelta a la democracia y la necesidad de universidades no sexistas, han sido algunos de los hitos y demandas históricas que han marcado la larga lucha de las mujeres y feministas a lo largo del tiempo. Aunque existen años entre cada uno de estos momentos, según explica al Mostrador Braga la historiadora feminista, María Stella Toro, las chilenas ‘‘nunca han dejado de participar’’ o articularse, de hecho continuamente se agrupan para asegurar cada vez más derechos y demandas que son fundamentales para conseguir una vida digna para ellas.

A lo largo de los grandes cambios sociales que ha experimentado el país, las mujeres han tenido un rol participativo que al pasar de los años continúa incrementándose, ya sea desde la institucionalidad, desde el activismo o desde los espacios académicos. Renegándose así a ser solamente meras espectadoras y convirtiéndose en protagonistas de la historia.

Altos porcentajes de participación cívica, marchas que convocan a miles, paridad en espacios históricamente masculinos, son algunos de los hitos protagonizados por mujeres y que han marcado la pauta tan solo en los últimos cinco años.

Sin embargo, este largo camino recorrido por las agrupaciones de mujeres y feministas comienza años atrás. Según explica al Mostrador Braga, la miembro de la Red de Historiadoras Feministas y Magíster en Estudios Latinoamericanos, María Stella Toro, estos movimientos tienen diversos hitos a lo largo de la historia del país.

‘‘Hay una participación constante de las mujeres a lo largo de los años, nunca han dejado de participar. Yo creo que eso es algo importante de mirar porque muchas veces se tiende a hablar como de estos momentos de invisibilidad, pero probablemente son periodos de latencia y de articulación’’, explica.

Otro punto que la experta considera característico de los movimientos de mujeres y feministas, son sus acciones que trascienden en el tiempo. Por ejemplo, ‘’la olla común en las tomas que estuvieron en todo lo que fue el movimiento que luchó contra la dictadura y ahora las hijas o nietas de aquellas mujeres realizaron las ollas comunes en el contexto de la pandemia por Covid-19’’, cuenta Toro.

Con el propósito de destacar diversos hitos de la historia El Mostrador Braga realizó un recuento de los momentos que marcaron un precedente en la lucha de los derechos de las mujeres a lo largo del tiempo.

La lucha por la educación
Durante el siglo XIX las mujeres que ingresaban a la educación secundaria debían formarse bajo una malla curricular que tenía su foco principalmente en aprender labores del hogar, cuidados de la familia, entre otras cosas ligadas al ámbito privado.

Debido a que sus asignaturas no las preparaban en ciencias o humanidades, las alumnas se veían imposibilitadas de optar a la educación superior. Sin embargo, en 1864, la profesora Antonia Tarragó fundó el liceo Santa Teresa en el que buscó igualar la educación entre hombres y mujeres.

Tras más de cinco años trabajando como educadora y promoviendo la instrucción femenina, Tarragó logró preparar a sus estudiantes. De esta forma en 1872 presentó al Consejo Universitario de la época, una carta para que los exámenes de las alumnas de su colegio fuesen válidos para optar a la educación superior. Esto fue revisado por las autoridades, pero no se entregó ninguna respuesta.

Sin embargo, esta petición fue solo el comienzo. En 1875, la profesora y fundadora del Liceo Recoleta, Isabel Le Brun, presentó una petición similar a la de Antonia Tarragó. Estos hechos y acciones realizadas por las educadoras, levantaron una discusión a nivel nacional que fue ampliamente criticada desde los sectores más conservadores.

Por ejemplo, a través de la prensa, la Iglesia Católica criticó que la mujer no debía recibir más educación, sino que debía continuar sus labores de cuidados. Cabe destacar que en ese momento, la separación del Estado/Iglesia aun no era una realidad, por lo que la opinión de la institución religiosa era bastante influyente.

“La misión natural de la mujer, que la Providencia le ha confiado para el bien de la sociedad y del individuo, consiste principalmente en ser buena y abnegada madre de familia, esposa fiel y consagrada a los deberes domésticos e hija sumisa y obsequiosa para con sus padres”, fueron algunas de las opiniones realizadas por el periódico El Estandarte Católico en 1874.

Ante este panorama de constantes cuestionamientos, las mujeres comenzaron a agruparse para exigir su derecho a la educación, la lucha más significativa se dio a través de la prensa. La discusión nacional entregó el impulso para que las chilenas tuvieran su lugar en el espacio público, el que ocuparon estratégicamente a través de boletines y periódicos.

Por ejemplo, en 1875, comenzó a circular la revista La Brisa de Chile, publicación en la que se enfocaron en un público exclusivamente femenino y abogaron por la importancia de que las mujeres recibieran educación en ciencias, literatura o humanidades.

En la revista participaron destacadas comunicadoras y activistas chilenas, como Rosario Orrego y Lucrecia Undurraga, quienes destacaban el objetivo de la publicación, ya que, significaba un gran avance para las mujeres del país. Finalmente, el 6 de febrero de 1877 y tras la lucha constante por el derecho a entrar a la universidad, se publicó el Decreto Amunátegui que permitió el ingreso de las mujeres a la educación superior.

Movimiento Obrero

Aunque la lucha por el ingreso a la educación superior fue un hito histórico que marcó un precedente para miles, no fue el único que comenzó a gestarse en ese siglo. Lamentablemente, no todas las mujeres de la época tenían la oportunidad de poder instruirse, ya que muchas de ellas pertenecían a estratos sociales más vulnerables.

A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, en nuestro país se comienzan a experimentar distintos cambios sociales y económicos, que provocaron la articulación del movimiento obrero chileno en contra de la precarización laboral. Estas agrupaciones, en un principio tuvieron como protagonistas a los varones, pero las mujeres comenzaron visibilizar su realidad.

Que las trabajadoras comenzarán a participar en tales espacios, fue algo sumamente importante, ya que la inserción laboral femenina y su paulatino protagonismo en la lucha social, fue cuestionado por sus mismos pares obreros, debido a que estas acciones rompían los estereotipos de género.

Siguiendo la misma línea de las mujeres que exigieron su derecho a la educación, las obreras comenzaron a publicar boletines y periódicos, en los cuales analizaban la precarización laboral pero con perspectiva de género. ‘‘Hacen esta conjunción muy claramente entre género y clase, es decir, no solamente son discriminadas por el patrón y por las élites, si no que también dentro del propio mundo del trabajo’’, explica María Stella Toro.

Uno de los periódicos más destacados fue La Alborada, fundado por la comunicadora y activista, Carmela Jeria. En la primera edición, y con el fin de exponer su línea editorial se escribió, ‘‘ardientemente deseamos que la mujer algún día llegue al grado de adelanto del hombre, que tenga voluntad propia y se emancipe del pesado yugo de añejas creencias que la oprimen’’.

Este momento en la historia fue esencial, ya que se considera que fueron los cimientos para el desarrollo del feminismo obrero en el país.

La lucha por el voto
En el año 1875, un grupo de mujeres en la comuna de San Felipe, realizaron el primer intento formal de inscripción para participar en elecciones municipales y parlamentarias. En esa ocasión, la Junta Inscriptora de la comuna decidió permitir que Domitila Silva fuera parte del registro.

Este hecho alentó a otras mujeres a participar también e inscribirse para formar parte de este deber cívico. Sin embargo, en 1884 se promulgó la Ley de Elecciones que decretó que ellas no podían ser inscritas. No fue hasta 1934 que se aprobó el voto femenino para las elecciones municipales. Este derecho lo ejercieron por primera vez el 7 de abril de 1935, ocasión en que también 98 mujeres se presentaron como candidatas a las alcaldías del país, de las cuales 25 fueron electas.

Esto marcó un precedente en la lucha feminista del país, lo que motivó la necesidad continuar incorporándose a los cambios sociales que experimentaba el país.

El 8 de enero de 1941, en un mensaje dirigido al Congreso Nacional, el presidente Pedro Aguirre Cerda envió un proyecto de ley para apoyar la idea del voto femenino universal. La norma fue redactada por las dirigentas del Movimiento de Pro emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH), Elena Caffarena y Flor Heredia. Sin embargo, la discusión no prosperó debido al fallecimiento del mandatario.

El proyecto se retomó en 1944, año en el cual se realizó el Primer Congreso Nacional de Mujeres en Santiago que dio origen a la Federación Chilena de Instituciones Femeninas, (FECHIF), organismo de carácter feminista que promovía la erradicación de las brechas de género.

Según detalla la historiadora, esta lucha por derechos políticos también contó con opositores, quienes tenían como mayores argumentos la ‘‘esencia emocional’’ de las mujeres, lo cual terminaría afectando los resultados políticos. ‘‘Surge la idea que las mujeres van a votar, como les diga su marido o como les diga su familia. Eso es bien largo en la historia de las mujeres, en términos de poner en duda nuestra capacidad intelectual’’.

No fue hasta el 8 de enero de 1949 y tras constantemente emplazar a los legisladores, que en un acto público en el Teatro Municipal, el presidente Gabriel González Videla, promulgó la ley que otorgó el sufragio universal a la mujer. El acto contó con una masiva asistencia de chilenas de todas las clases sociales que repletaron los palcos y galerías del lugar.

La pelea por la democracia
De acuerdo a lo expuesto por la reconocida socióloga y activista, Julieta Kirkwood, posterior al logro del derecho a voto, el movimiento de mujeres entró en una etapa de desmovilización que fue denominada “silencio feminista”.

Hasta que la llegada de la dictadura militar movilizó nuevamente a las chilenas. Principalmente, comenzaron a congregarse mujeres familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos, luchando así por la verdad, justicia y reparación de las víctimas de violaciones a derechos humanos.

Ollas comunes, manifestaciones a las afueras de instituciones públicas o centros de torturas e intervenciones callejeras fueron algunas de las principales acciones realizadas por las mujeres que se articularon en la época.

Las activistas resistieron a lo largo de los años, y en 1979 deciden fundar el Círculo de Estudios de la Mujer, el cual fue precursor para la lucha feminista contra la dictadura militar y que, bajo el lema “Democracia en el país y en la casa”, sostuvo que era necesario acabar con el autoritarismo tanto a nivel público como en el espacio privado del hogar, la familia y la pareja.

Posteriormente en los años 80, se llevó a cabo la refundación del MEMCH, el cual esta vez funcionó como una coordinadora que aglutinó a diversas organizaciones de mujeres opositoras al régimen militar. En agosto de 1983, desarrollaron una de las protestas más emblemáticas, una treintena de mujeres se pararon en las escaleras de la Biblioteca Nacional y desplegaron un lienzo que decía “Democracia Ahora. Movimiento Feminista”.

Mayo Feminista
Con la vuelta a la democracia, los movimientos de mujeres y feministas continuaron uniéndose en distintas luchas sociales; sin embargo, una de las más significativas en los últimos diez años puede atribuirse al Mayo Feminista del 2018. En este hito, miles de estudiantes universitarias se articularon a nivel nacional para denunciar la educación sexista en la que veían inmersas y la impunidad que había en las casas de estudio ante los abusos sexuales.

“Queremos terminar con la violencia sexual al interior de las universidades, queremos terminar con la estructura machista que se está replicando al interior de esta institución, por eso estamos acá”, señalaban a los medios de comunicación las voceras de la toma feminista de la Universidad Católica.

Una de las acciones más históricas de ese año, fue la marcha estudiantil realizada el miércoles 16 de mayo allí se congregaron miles de personas bajo la consigna “por una educación no sexista”.

El movimiento que se llevó a cabo la mayor parte del primer semestre de ese año, logró que al interior de las universidades se integraran direcciones, mesas y programas de género, así como también dejó al país desde ese entonces reflexionando sobre las brechas y estereotipos de género dentro de las aulas.

Sin embargo, la mayor herencia del Mayo Feminista es la ley 21.369 que regula el acoso y la violencia de género en la Educación Superior. Concretamente, la norma busca proteger y reparar a las víctimas, teniendo como finalidad la construcción de espacios seguros y libres donde las relaciones se puedan dar de una manera igualitaria, respetuosa y no discriminatoria.

La lucha por asegurar derechos a nivel constitucional
La noticia de la posibilidad escribir una nueva Constitución, significo una nueva forma de asegurar derechos por los cuales desde hace años las mujeres han luchado. Reconocimiento a labores de cuidado, el derecho a una vida libre de violencia, entre otras cosas.

La esperanza aumentó cuando la paridad y la elección de convencionales que provenían desde los feminismos integraron la Convención Constitucional. Desde el órgano, se alcanzaron varias metas que hoy son el principal motor para que las agrupaciones de mujeres comenzaran a formar parte de la campaña por el apruebo.

Por ejemplo, según explica la abogada de Corporación Humanas, Luz Reidel, desde la organización se encuentran trabajando para informar a la ciudadanía sobre la propuesta constitucional. ‘‘Estamos articuladas en torno a la causa del voto informado, nos interesa principalmente que los contenidos que están considerados en la propuesta de nueva Constitución lleguen a las ciudadanas y ciudadanos y específicamente que las mujeres puedan conocer el contenido de la propuesta’’.

La necesidad de visibilizar de manera correcta el contenido de la propuesta, surge también respecto al contexto en que la información que hay es demasiada, y suele confundir a la ciudadanía. Por tal razón, desde la corporación crean contenidos a través de sus plataformas y organizan instancias donde se pueda explicar lo que plantea la Carta Magna.

‘‘Estamos plagados de noticias falsas y de mentiras en torno al texto y en ese sentido principalmente nuestra motivación ha sido generar contenidos en torno a lo que dice la Constitución’’, señala Reidel.

Por último, la abogada sostiene que independiente de los resultados que se obtengan el próximo 4 de septiembre, los movimientos de mujeres seguirán articulándose en torno a sus demandas. ‘‘la articulación social en general es algo que no se puede acabar independiente del resultado de el plebiscito, si hay una lección, que nos deja todo este proceso es que como mujeres y como feministas nos mantengamos siempre alertas y trabajando juntas’’.

Por El Mostrador Braga