Escribe Lorena Fries, presidenta de Corporación Humanas


Muchos dicen que no lo vieron venir y la verdad es que si bien el mundo social venía alertando sobre el grado de precariedad con el que chilenos y chilenas estaban viviendo, aún así nos sorprendió. Sorprendió la transversalidad geográfica, etaria, social, de género con que emergió el malestar de la mayoría de este país. Si bien inicialmente hubo apertura del gobierno para escuchar la demanda de la calle, al poco andar el discurso se endureció; el Estado de Emergencia, el toque de queda y la exigencia de un diálogo sin condiciones. La desigualdad, elemento a la base del malestar, fue sustituido por “la guerra” y un “enemigo poderoso” nunca identificado, por la ineptitud absoluta de un gobierno que no tiene más respuesta que el orden público y el consenso contra la violencia avalado por Carabineros y las Fuerzas Armadas.

Es real, hay miedo e inseguridad frente a los saqueos que hemos visto, pero no ha habido capacidad de prevenirlos y más bien cada noche que pasa aumentan personas heridas, muertas, los malos tratos en comisarías, las y los heridos por bala o por perdigones. La ciudadanía ha debido organizarse para evitar que atenten contra su supermercado, su colegio o el negocio de la esquina, con el peligro que ello conlleva. El Gobierno no ha sido capaz de brindar esa seguridad y si me apuran, ha contribuido a aumentar el riesgo de la violencia.

Y es que cuando hablamos de seguridad frente a la violencia, de orden público versus delincuencia pareciera que ese derecho humano, que es la seguridad, se limita a evitar que nos saqueen o nos roben. Para eso están las Fuerzas de Orden y Seguridad. Sin embargo, a la falta de credibilidad y legitimidad que arrastra Carabineros no ayuda la represión de movilizaciones pacíficas ni a sus problemas operativos y de inteligencia para dar con aquellos que cometen actos de violencia que repudiamos.

Pero la seguridad, es mucho más que eso, es poder liberarnos de la incertidumbre, del miedo a no tener para llegar a fin de mes, es tener la certeza de que una vez que jubilemos podamos descansar dignamente de años de trabajo, es no tener miedo a que cualquier contingencia desbarate la organización del bajo presupuesto familiar, es que el narco no invada nuestras calles y plazas. La seguridad humana es la otra cara de los derechos humanos, es aquella que permite a las y los ciudadanos encarar su futuro con un mínimo de certezas que son las que brinda el vivir en una comunidad donde todos y todas tenemos igual valor, igual dignidad. Sin eso, la conflictividad social y los actos de violencia que lamentablemente se adosan a ella, están a la vuelta de la esquina.

Requerimos un nuevo pacto social, forjado entre actores sociales, políticos y empresariales, donde los que tienen más poder y recursos ceden en función de una comunidad que se llama Chile. Es hora de redibujar nuestro mapa, nuestras reglas, nuestros mínimos para una convivencia democrática basada en los derechos humanos. Se requiere ahora ya caminar hacia una nueva constitución con acciones concretas en esa dirección.  

Publicada en La Tercera