Había que jugar en cancha neutral, por eso la cita es en el Rapa Nui, un viejo bar de barrio, en la parte más clásica de Providencia. Los perfiles son totalmente diferentes, tan cambiantes como la lluviosa-soleada tarde de verano en la que se reunieron. Ambas mujeres ya han pasado la frontera de los 50 años, por eso, mientras se toman las fotos, hablan de gente en común. Pero lo que resalta es la diferencia. Por un lado, estaba el pelo lila de Kena Lorenzini: fotógrafa, psicóloga, madre lesbiana de una hija adoptiva, unida con su pareja por el AUC y uno de los rostros más potentes del feminismo en Chile, vecina de Ñuñoa. Por el otro lado, María Cecilia Cifuentes, ex investigadora de Libertad y Desarrollo, ahora académica a media jornada en la Escuela de Negocios de la Universidad de los Andes, casada, madre de cuatro hijos, vecina de Chicureo. Ambas confluyen en algo, eso sí: querer hablar de lo que fue este año en que las mujeres parecieron tomarse, más que nunca, la agenda de la discusión. Partimos, cómo no, hablando de Ni Una Menos. Y esto es lo que dice Kena Lorenzini: “En Chile suele ocurrir que tienen que matar a alguien para que empiecen a marchar. En 2015 se hizo Ni Una Menos en Argentina y en Uruguay y aquí salimos 300. Hay un antes y un después este año, aparecen 90 mil mujeres marchando, hombres también, aunque aparece esta contrarrevolución diciendo Nadie Menos. Es como si dijéramos por qué la Teletón y no los niños diabéticos. Cuando hay una contrarreacción tan potente es porque el tema se está instalando”.

Cecilia Cifuentes: “Lo que he visto es un proceso hacia la valoración de la mujer que es necesario y, efectivamente, esta marcha pudo haber sido importante. Pero también hay señales que indican que uno puede mirar el vaso medio lleno. Ha habido conquistas de la mujer en Chile y el mundo, a pesar de que falta camino por recorrer”.


¿Te plegaste a la marcha, Cecilia?

No, yo no me plegué a la marcha, yo estoy absolutamente de acuerdo de que no puede haber ni una menos, pero lo que yo no compartí de la marcha es que, de alguna manera, ese objetivo que me parece súper valido y respetable, a veces se mezclaba con otros objetivos que no comparto, como, por ejemplo, el tema del aborto. En ese sentido, preferí no ir a esa marcha. Voy poco a marchas, no soy muy activista en eso.

L: No toda la gente que está detrás de Ni Una Menos está a favor del aborto en sus tres causales, no son cosas que necesariamente van unidas. Yo en la marcha de Ni Una Menos no vi letreros por el aborto, tuvo que haber, pero yo no los vi, pero suele haber, porque se mezclan una serie de cosas. Como en Chile hay una falta de libertad de expresión brutal, porque nosotros no tenemos los medios de comunicación, los jóvenes y las jóvenes, aprovechan esos espacios para hablar de todo, hasta la marihuana aparece.

Hay testimonios de que diputados como Felipe Kast y Marcela Sabat fueron sacados de la marcha Ni Una Menos de muy mala forma. ¿Qué te parecen esos incidentes?
L: Con todas las diferencias que tengo con las diputadas Hoffmann y Nogueira, yo resalté mucho cuando se tomaron una foto con el letrero de Ni Una Menos. Sin embargo, no comparto que no hayan logrado instalar una bancada de mujeres en el Parlamento que se una por ese tema. Pero encuentro el colmo que hayan sacado a Kast o a Sabat, no comparto eso. Yo soy bien rabiosa, pero no es el caso. Si estamos todos por Ni Una Menos hay que destacar cuando se es honesto y transparente y yo creo que Sabat ha sido honesta y transparente; de Felipe Kast no conozco su historial. Pero me parece que si alguien va a poner su cuerpo ahí, porque es re fácil poner el Twitter, es importante. Hemos visto cómo han sacado a la Carolina Tohá a escupos de marchas sindicales. Toda esa violencia no la comparto.

Las marchas de este año abrieron el debate a muchos temas de género, como el laboral, familiar, de igualdad. En esta discusión, muchos hombres han quedado en una situación algo confusa: ya no se sabe si abrir la puerta o no, si pagar una cuenta o no. Hay varias cosas de etiqueta cotidiana que quedan un poco en el aire en este período de renegociación del contrato social entre hombre y mujer…

C: Estamos avanzando en roles más compartidos. Eso es bueno para ambos, no solo para la mujer. Yo, que llevo toda la vida haciendo clases en la universidad, percibo en los jóvenes una situación mucho más pareja frente a lo que es el rol de los padres en la familia y en el trabajo. En mi caso, yo he trabajado toda la vida y he tenido la suerte de trabajar en forma flexible, mi marido tomando el rol de proveedor principal, pero eso no quita que ahora que la ayuda doméstica no está los fines de semana, somos los dos los que estamos haciendo las cosas de la casa, en el tema de los niños. Me costó al principio, porque él venía de un entorno mucho más machista del que yo había vivido en mi casa, pero él ha cambiado. Y los dos hemos ganado en el proceso. En las generaciones más jóvenes esto ha avanzado más de lo que uno cree, al menos en el segmento profesional. Tiene que seguir avanzando, porque todavía falta.

L: Es choro lo que dice la Cecilia. Por la edad que ella y su marido tienen es harta gracia que hayan llegado a la corresponsabilidad. No es fácil, porque hay mujeres que se la bancan. Respecto de si le abro o no la puerta del auto, hoy hay mujeres que quieren decidir en qué momento se abre la puerta del auto. Y si uno quiere invitar a comer, bueno, le decís: ‘Yo quiero invitar, yo quiero pagar y yo quiero todo. O sea, ¿te molesta?’. No es que a uno le moleste que le paguen la comida, lo que parece molestar es que crean que una no puede pagarlo. Todo lo que irrumpa tu autonomía, tu libertad de ir caminando por la calle, que te digan bonita o fea, porque al final, sépanlo que uno no escucha lo que le dicen, una escucha una cuestión y dice ‘uff, en qué iba pensando?’. Y para las cabras jóvenes es peor, les dicen cosas. Y para las que no somos tan jóvenes, a veces nos agarran en la calle, nos tocan, o qué sé yo.

C: Al menos a mí me gusta la caballerosidad. En este proceso en que con mi marido tenemos roles más compartidos, me fui dando cuenta de que esos detalles de la puerta ya no existían. Y se los reclamé. Yo tengo tres hijos y una niñita. Le dije: ‘Igual me gusta que mis hijos hombres vean que tú conmigo tengas una deferencia especial por el hecho de yo ser mujer y que sea lo mismo tú con mi hija’. Y a él le pareció válido. El tema de los piropos es divertido. Yo me acuerdo que cuando era escolar y tenía que ir al Paseo Ahumada era un infierno. Las ordinarieces que te decían. Bueno, ahora ya no me pasa nunca. Pero ahora casi que digo que no quisiera ordinarieces, pero que me digan algo simpático de vez en cuando, como que casi digo ‘gracias’. Yo creo que la ordinariez, obviamente fuera, y cada vez que a una mujer se le dice algo apelando a un tema de sexualidad es muy desagradable. Se siente vulnerada la intimidad, pero me da pena que se pierda la simpatía por este exceso de cuidado por no ofender y probablemente vamos a tener que pagar ese costo.

En ese sentido, hay hartas mujeres que se desmarcan del feminismo, que les gusta que el hombre sea más caballero o tenga más responsabilidades. ¿Por que se produce?
L: Lo que pasa es que el feminismo es una corriente que ha ido in crescendo, no es que todas las mujeres sean feministas. Te aseguro que no todos los mapuches son conscientes con lo que ha pasado con su pueblo, que los han reducido al mínimo. Esta es una toma de conciencia que ha ido aumentando con los años. No todas la mujeres son conscientes de que no tienen por qué quedarse en la casa si no quieren. De hecho, muchas te dicen que les encanta. El feminismo no es un título, no existe el feministrómetro. Ser feminista es ser consciente de la discriminación hacia la mujer y hacer algo porque eso cambie. Y también es una filosofía para que el mundo sea mejor.

Cecilia, ¿te consideras feminista?
C: No, yo diría que no. Sí hay un tema de que la mujer estuvo reducida a un rol que muchas veces no tenía que ver con lo que ella quería. El trabajo de la casa no me disgusta, pero reconozco que es monótono, cansador, entonces me parece razonable que esas mujeres quieran salir un poco al mundo.

Un tema recurrente es la igualdad salarial, pero otro puede ser la tuición compartida luego de una separación. En Chile tiende a ser para la madre, pero se podrían abrir ese tipo de temas, ¿no?
L: Sí, yo creo que sí, si se ha demostrado que ha habido preocupación mutua. A veces el papá se pica o empieza una pelea por los niños en que todo está mal. Mal por la madre y por el padre.

C: Y por los hijos…

L: No. Me refiero mal a ambos respecto de sus hijos. Si los quieres tanto, no los transformas en moneda de cambio. Eso tiene que cambiar. Pero también se debe demostrar que ambos fueron responsables. Lo que pasa es que muchas veces se crea esa pelea para no dar la pensión alimenticia y los niños terminan viviendo con la mamá del papá, es decir, con la abuelita. Escuchas muchas mujeres que dicen que el niño se pasó todo el fin de semana con la abuelita, porque el papá se fue el fin de semana con la polola nueva. Suele ocurrir que los hombres separados agarran polola mucho más rápido que las mujeres, porque ellas no quieren más cachos y les toca el peso de la maternidad. Por supuesto, hay que abrir el tema, pero se debe demostrar cuánta preocupación ha habido y quién es más capaz en la maternidad o paternidad.

Pero a la mujer nadie le cuestiona si está preocupada de los hijos o no.
L: Se tiene que hacer para ambos. Se llama “estudio de capacidades parentales”. Hay que abrirse. Hay mujeres que son pésimas madres. Esto no es innato. Paralelamente, el Estado debe reconocer el trabajo doméstico como un trabajo remunerado. Imagínate que ese hombre que se va a trabajar y deja a la mujer en la casa cuidando a los hijos, si esa mujer no hiciera todo lo que hace, ese hombre no podría ir a trabajar. Va a ser siempre más razonable en esta conversación que sea el hombre el que trabaje, si es el que más gana. Piensa que este permiso que tienen los hombres para llevar a sus hijos al médico lo han usado el 0,5% de los hombres.

C: Algo se trató de hacer con el bono por hijo, pero no es equivalente a una remuneración. Yo algunas veces he pensado que en el caso de las mujeres que no trabajan, con bajas pensiones -el problema está bien radicado ahí-, el problema responde a que trabajaron casi toda su vida de dueñas de casa y esporádicamente trabajaron asalariadas o cotizaron, y el resultado es una pensión muy baja. Una solución sería que la pensión del hombre, durante los años que vivió en pareja, traspase parte de esos recursos a la mujer. Como dice Kena, el hombre los pudo generar gracias a que tenía a alguien que le permitía tener la productividad que tuvo. No me parece justo que los recursos sean solo del hombre si la mujer contribuyó.

Feminismo y elite

El Rapa Nui partió vacío, pero ya son casi las seis y empiezan a llegar los primeros clientes de la tarde. Kena Lorenzini habla de cuando se autodefinió como ‘feminazi’ durante buena parte de este año y explica por qué ya no se llama a sí misma de esa forma. “Mis amigas israelitas me dijeron que era algo complicado. Ahora, agarré esto de Gumucio y otras personas, que nos llaman la policía feminista, que no podís decir nada bueno, entonces acuñemos que somos policía feminista. Mientras sigan asesinado mujeres y violándonos, vamos a ser agotadoras”.

Algunos columnistas han puesto ciertos matices al feminismo. La semana pasada, el mismo Rafael Gumucio habló del feminismo como una bandera de lucha que se tomó acá, pero que viene de campus universitarios estadounidenses y que es de la elite, de mujeres profesionales queriendo tener acceso a espacios de poder más que algo más transversal, de clase media para abajo.
L: Suelo no leer a Gumucio, porque me carga cuando se opina desde la ignorancia. De hecho, creo que me tiene bloqueada en Twitter, porque debo caerle pésimo. Obviamente, todos los movimientos nacen de alguna parte. Acá en Chile existe el feminismo popular, que es el que está llevando la bandera del feminismo. Se llama Pan y Rosas (una agrupación que en su página web se define como marxista y clasista de mujeres y diversidad sexual, que lucha contra la explotación y opresión patriarcal en todas sus aristas). ¿Qué elite? Estos seudointelectuales que se sientan en su escritorio y solo conocen una parte del mundo y a las mujeres que aparecen en los medios se hacen una idea de que se trata de algo de la elite, pero si salieran a la calle y compartieran, sabrían que hay un feminismo de género, de clase, de hecho, y que eso es lo que la lleva hoy en Chile. Decir que el feminismo es de elite es de una ignorancia del porte de un camión.

Si el feminismo nos conviene a todos, ¿por qué hay hombres que no se sienten convocados? En el festival, Natalia Valdebenito decía “no nos maten” y daba la impresión de que trataba a todos los hombres de potenciales femicidas…
L: Pero si dicen que una mujer mató a su marido, yo no me siento identificada. Lo que a nosotras nos llama la atención es que los hombres hacen silencio de esto, no lo critican con suficiente fuerza. Los femicidas son hombres normales, son delincuentes, no son enfermos, no fue por celos, no, son hombres normales. Por otro lado, hay miedo para que los hombres se sumen al feminismo, que ha sido muy vilipendiado. El feminismo no es una guerra de los sexos, no es antihombres, es a favor de las mujeres y la sociedad en su conjunto. Como se ha creado esto de que el feminismo es lo contrario de machismo y casi que queremos que el hombre esté arrodillado y nos sirva la comida, entonces le tienen miedo. También está el hecho de que todas las mujeres feministas tendemos a ser brutas y duras, porque cuando has dado una lucha tan fuerte, no puedes ser simpática y light. Nosotros los amamos, los queremos, la mayoría tiene parejas hombres y lo pasan chancho, pero también tienen partes pelotudas, como nosotras. Si ser mujer, indígena, no te garantiza ninguna cosa buena.

C: Reconozco que aquí puede haber ignorancia. Quizás hay mujeres que se dicen feministas y que tal vez sean otra cosa y que uno las ve como diciendo ‘nosotras queremos aplastar a los hombres, vengarnos por lo que nos han hecho en la historia’. Yo he visto esa postura y a veces una tiende a confundir eso con el feminismo. Kena dice que no y me parece bien que sea así. También en esto debe haber bastante de estereotipo de lo que es el feminismo. Yo nunca me he considerado feminista, pero siempre he considerado que hombres y mujeres tenemos la misma dignidad y tenemos los mismos derechos, aunque gracias a Dios que somos distintos.

¿Cómo se soluciona el tema de la desigualdad salarial?
C: En esto, la legislación no ayuda mucho, porque en todo lo que se refiere a temas laborales tiende a pensar en las personas como engranajes de una máquina. Todos iguales. A lo mejor hay mujeres que quieren ganar menos, porque ganar menos te da libertad de decir ‘sabes qué, tengo un hijo enfermo, yo me voy a mi casa y me voy súper tranquila, porque esa es mi opción y eso está reflejado en mi remuneración’. Me parece legítimo que una mujer o un hombre quiera tener un sueldo más bajo para comprar libertad a través de un trabajo más flexible. En cargos de mayor responsabilidad la maternidad te genera un problema, un enorme beneficio por un lado, pero es complicado para una empresa tener a una gerente de finanzas que va a estar un año afuera, es complicado el reemplazo. Son complicaciones objetivas, no creo que tengamos que pelear contra cosas que no hay cómo modificar: la mujer es la que tiene el hijo, la mujer es la que amamanta al hijo.

L: Yo en ese caso prefiero que la legislación se haga cargo, que el Estado al que le encanta meterse en la vida de las mujeres se hiciera cargo, tanto para mujeres y hombres, de que la mujer no tiene por qué tener un trabajo flexible y ganar menos para poder ir a cuidar a su hijo que está enfermo. La vida es completa, y dentro de la vida de los hombres y las mujeres están los hijos.

Fuente: La Tercera