9:30 horas del pasado 31 de diciembre y Ana asiste a su segunda ecografía. Ilusionada, espera escuchar nuevamente los latidos de su bebé de casi nueve semanas de gestación. Pero el silencio se toma la habitación. “No encuentro latidos”, dice el doctor. Ana le pregunta: “¿Perdí a mi bebé?” “No es un bebé, es un embrión”, le responde el médico. “Y sí, no hay embarazo viable”.

El embrión está muerto hace ya varias semanas. La felicidad y los planes de su primer embarazo se apagan brutalmente.

Era el peor año nuevo de su vida. No había una razón que justificara por qué estaba viviendo un aborto retenido. Los exámenes habían salido perfectamente y, a pesar de ello, su médico le subrayó que la situación era completamente normal.

En estado de shock, la mujer de 33 años escuchó la voz del profesional quien le comunicó que procederían en dos semanas con la confirmación del diagnóstico. Así ocurrió.

La recomendación del médico fue esperar para que Ana expulsara el embrión de forma natural. Ella, desconociendo el protocolo, no lo cuestionó.

“No me explicaron mucho y me mandaron para la casa”, cuenta. Fueron semanas difíciles. Pasaban los días y nada. Después de nuevas ecografías, no había indicio de que su útero se estuviese preparando para una expulsión. El 30 de enero la internaron, le suministraron dos dosis de Misoprostol y luego le hicieron legrado –intervención que sirve para extraer tejido de adentro de la cavidad uterina–. Estuvo seis semanas con el embrión muerto dentro de ella.

Ella, claramente, no ha sido la única que ha vivido un aborto retenido. Tampoco es la única que ha debido esperar.

Las orientaciones perdidas

Desde 2011 el Ministerio de Salud (Minsal) cuenta con una guía de “Orientaciones técnicas para la atención integral de las mujeres que presenten un aborto y otras pérdidas reproductivas”. En dicho documento se define el aborto retenido como presencia intrauterina de embrión o feto sin actividad cardíaca o un saco gestacional sin embrión y se explica que para diagnosticarlo basta una ecografía en el caso de huevo anembrionado, que es un saco gestionacional de más de 35 mm. Si el saco es menor se necesitan dos ecografías separadas por dos semanas.

Y lo más importante, la guía define el procedimiento a seguir para la expulsión: “Hospitalizar para evacuar útero. Colocar 100-200 mircrogramos de Misoprostol (…) Si no hubo expulsión o inicio de trabajo de aborto, repetir a las cuatro horas, hasta cuatro veces. Si no hay éxito, se puede realizar un legrado a las seis horas de colocada la última dosis de Misoprostol (…) Existe la alternativa, si la paciente lo permite, después de una buena consejería, dar de alta y dejar en evolución espontánea hasta ocho semanas, después de lo cual, no habiéndose producido el aborto, se debe practicar el vaciamiento uterino de la forma más expedita”.

aborto retenido

 

Sin embargo, no en todos los recintos asistenciales del país estarían siguiendo estos protocolos, porque las experiencias de pacientes a las que no les informaron sobre la posibilidad expulsar inmediatamente el embrión o feto no son aisladas. Desde el Ministerio de Salud no quisieron referirse al tema, pero distintas fuentes consultadas fuera de micrófono reconocen que las orientaciones son adaptadas por cada recinto a su realidad específica.

A Claudia le ofrecieron el Misopostrol después de algunos días. Esta es su historia: tenía 20 semanas de embarazo y estaba expectante a conocer el sexo de su bebé. Pero una vez más, cuando asistió al médico para eso, no había ruidos ni movimientos ni pulsaciones. Con solo 24 años recuerda que tuvieron que entrar dos doctores para confirmar el diagnóstico. “Tienes un aborto retenido, el corazón ya no está latiendo”, le explicaron.

«La norma es clara, en ninguna parte señala que debes esperar a ver si hay una expulsión sin intervención externa, que puede demorar un tiempo. Pero la distancia entre la norma y la realidad es grande.»

— Gloria Maira, ex subsecretaria del Servicio Nacional de la Mujer

Salió de la consulta sin entender nada. A los días habló con su médico. “Como eres joven y es tu primer embarazo, lo que vamos a hacer es que vamos a darte dosis de Misopostrol cosa de que tengas un parto y puedas expulsar el feto”, le comentó el doctor. Aceptó, ya que, según su médico de cabecera, era lo menos invasivo y agresivo para su cuerpo. Finalmente, estuvo cinco días internada sufriendo contracciones fuertes y dolorosas.

Tuvo un parto normal, pero con el detalle de que su bebé estaba muerto.

Para Gloria Maira, ex subsecretaria del Servicio Nacional de la Mujer y actual coordinadora de la mesa de Acción por el Aborto, el protocolo señala que es necesario terminar con el aborto retenido inmediatamente si la mujer lo desea.

“La norma es clara, en ninguna parte señala que debes esperar a ver si hay una expulsión sin intervención externa, que puede demorar un tiempo. Pero la distancia entre la norma y la realidad es grande. No me extrañan los casos donde mujeres han tenido que enfrentar situaciones súper traumáticas, afectadoras de su salud mental y física”, expresa Maira.

Camila Maturana, abogada de la Corporación Humanas, cree que en el país no está suficientemente regulado a nivel legal el reconocimiento y protección de los derechos sexuales y reproductivos, derechos humanos que están protegidos por tratados internacionales.

“Eso deriva en que las normativas técnicas no necesariamente incorporen la decisión de las mujeres en las regulaciones sanitarias que se plantean frente a cada hipótesis diagnóstica. Lo que resulta urgente es que los derechos estén reconocidos por una parte en la Nueva Constitución y que la legislación incorpore este marco de protección”, recalca Maturana.

Según Maturana, lo que se observa en un gran número de situaciones es que se privilegia las decisiones médicas sin atender las de las mismas protagonistas. “No es aceptable que sea sólo el o la profesional quien decida cuál va a ser el manejo sin considerar las preferencias de esa mujer”, enfatiza.

Falta información

No todos los médicos actúan de la misma forma, por cierto. Sofía vivió dos abortos retenidos seguidos. El primero ocurrió al cumplir las 12 semanas de embarazo. Comenzó con un sangrado y terminó en la consulta sin escuchar latidos. “Me sentí muy culpable”, rememora. Recuerda que su médico le indicó inmediatamente las opciones, pero “me recomendó que fuese de forma natural porque era menos invasivo”. Le hizo caso y a la semana logró expulsar al feto.

Cinco meses más tarde, Sofía quedó embarazada nuevamente. Asustada por lo vivido anteriormente, se sometió a todo tipo de exámenes para descartar complicaciones, pero todo andaba bien. A las 13 semanas de gestación, comenzó a sangrar nuevamente. Efectivamente tenía un aborto retenido por segunda vez.

Su doctor le explicó que pasar por este proceso una o dos veces era normal, pero una tercera podría arrastrar complicaciones mayores. Esta mujer de 35 años tomó la decisión de expulsar el feto de forma natural, pero luego se arrepintió, porque tardó finalmente un mes.

“Fue una mala experiencia. Me equivoqué con haber tomado el camino de lo natural y tal vez debí haber optado por el camino más rápido. En ese sentido, tuve un doctor que me dio toda la información y fue decisión mía”, enfatiza.

«Es necesario tener un protocolo formal ante estos casos claro y masificado, que el doctor te entregue toda la información relacionada a los procesos.»

— Sofía, quien vivió dos abortos retenidos

En base a su experiencia, Sofía sostiene que hay un problema grave no solo de protocolos, sino de educación sexual en Chile. “Si uno supiera que estas cosas pasan, tal vez no se sorprendería tanto y sabríamos que es mucho más común de lo que uno piensa. Es necesario tener un protocolo formal ante estos casos claro y masificado, que el doctor te entregue toda la información relacionada a los procesos, no recomendarte una opción sobre otra. Darte la información para que tú elijas”, manifiesta.

Por su parte, Gloria Maira plantea dos aspectos en los que se deben focalizar los esfuerzos: en la formación continua del personal de salud que está trabajando con salud sexual y reproductiva a nivel de atención primaria y secundaria y, por otro lado, se requiere entregar información a las mujeres de forma constante y amigable, para efecto de poder tomar decisiones respecto a situaciones como estas con plena conciencia de su salud y plena autonomía pensando en su propio bienestar.

Acompañamiento

Lo cierto es que no existen cifras oficiales de aborto retenido en el país. Los números oficiales abordan los casos constituidos en el marco de la ley 21.030, que regula la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales: que la mujer se encuentre en riesgo vital, el embrión o el feto padezca de alguna patología congénita adquirida o genética, o el embarazo sea resultado de una violación.

Esta normativa fue promulgada en septiembre de 2017, por lo que las cifras registradas son desde el año siguiente. En 2018, se registraron 732 abortos en establecimientos público-privados, en 2019  818 y 640 en 2020. Con respecto a las semanas de gestación, el Ministerio de Salud (Minsal) apunta a que el promedio bajo la primera causal es de 18,83 semanas, la segunda causal registra una media de 20,06 semanas y la tercera, 7,69 de gestación.

Pero la magnitud del problema está en las experiencias de las mujeres. Claudia cuenta que nadie le ofreció ayuda sicológica, por lo que después de un año decidió buscar apoyo de forma particular por su salud mental. Tampoco Ana y Sofía recibieron asistencia.

La ley de interrupción del embarazo bajo las tres causales contempla un programa de acompañamiento inspirado en respetar la decisión de las mujeres e involucra un conjunto de atenciones de carácter psicosocial dependiendo de la situación. Las orientaciones técnicas que abordan el aborto retenido, solo mencionan “realizar evaluación de aspectos psicosociales y orientar”.

Gloria Maira propone aumentar los recursos utilizados actualmente por la normativa y ampliarlo para las atenciones de salud sexual y reproductiva en general. Así, se masifica su capacidad de interlocución y de información con las pacientes, algo tan necesario en mujeres que viven situaciones traumáticas.

Ana, quien vivió un aborto retenido en plena pandemia, lo tiene claro, sobre todo dice para aquellas que viven abortos durante su primer embarazo. “Estamos desamparadas. Fue duro emocionalmente, falta sin duda acompañamiento”.

“Es difícil vivir un duelo de un ser que no puedes enterrar. Si bien puede ser un proceso normal para muchos, en el caso de las mujeres como nosotras, no tienes cómo dar consuelo y un cierre. Es muy abrupto, de un día para otro. Y ese acompañamiento emocional, no existe”, concluye.

Por Contracarga